Vivimos en un mundo acelerado donde el tiempo lo tenemos contado, ya no existe el momento de descanso y damos prioridad a otras tareas y menos a una de las más importantes, alimentarnos bien y con gusto.
Ahora, nuestro cerebro esta más informado que hace 10 años, cuando aún se usaba el diccionario de bolsillo y el celular sin internet y con una bateria que de duraba toda una vida, aunque accidentalmente lo soltaras y cayera directo en el pavimento y terminaran todas las piezas regadas en el suelo, lo armabas y listo.
Hoy Tenemos acceso a toda la información con sólo un click, lo cual ha ocasionado que tengamos una carga exagerada de información que , lamentablemente no toda es verídica.
En ese orden de ideas, es como se desata la nueva moda de tener conflictos con todo lo que comemos, porque estamos condicionados a hacer dieta, a cuidarnos y tener (en la medida de lo posible), un buen estilo de vida. Y con tanta información errónea acerca de mitos de los efectos que puede tener algún alimento en nuestro cuerpo, nuestra mente esta predeterminada, a que prácticamente todo lo que consumes tiene efectos negativos a la salud.
Recuerdo hace unos años cuando la reunión familiar podía disfrutar de un rica comida y no era precisamente completamente “saludable”. Qué tal unos buenos tacos de chicharrón (hoy en día es hasta mal visto y se nos va la hora de la comida en revisar cuánta grasa tiene el chicharrón, la tortilla incluso la salsa).
En fin, antes, todo sabía más rico, porque no incluíamos en nuestra dieta un ingrediente actual, la culpa y el miedo a las enfermedades de moda.
Antes se disfrutaba más el momento y hoy competimos por comer menos, por la dieta y por comer con menos grasa y claro, menos sabor. Con tantos avances tecnológicos y toda esa desinformación, hemos quedado atascados en un mundo en el cual disfrutar el comer, es un privilegio del que que muy pocos gozan.